Soledad Moreno Chiachio (Sole)

Nació en Porcuna (Jaén), allí se crió y educó hasta los quince años. A esa edad se marchó para no volver más, ya que sus padres y su hermana Loli emigraron para llevar otra vida en Paterna.
Sole fue a Gerona, al convento de las hermanas de S. José de Gerona, donde hizo el noviciado y los estudios de enfermería. Después de los votos la mandaron a Perpiñán (Francia) donde terminó su carrera y trabajó en un hospital. 
Pero sus padres se hicieron mayores, y su hermana tenía una minusvalía que le impedía realizar todas las tareas que se requerían en tal situación. Por ello Sole pidió permiso para venir a ayudarles; pero entonces los padres perdían todas las ayudas cuando sus hijos eran religiosos, así que tuvo que pedir dispensa del Papa para salir del convento y poder cuidarlos. ¡Su trabajo de religiosa era precisamente cuidar de los enfermos! (aunque no a sus padres). Ella siempre dijo que tenía dispensa del Papa, pero nunca dejo de cumplir sus votos.
Con el tiempo trabajó en el hospital de S. Juan de Dios muchos años, hasta su jubilación.
Como los enfermos eran su debilidad, siempre los tuvo en su corazón, cuando encontraba a alguien por la calle con un estado algo deficiente no dudaba en acercarse a él/ella (aunque no los conociera) para preguntarles, y siempre quedaba comprometida para ir a ayudarle.
Fue promotora de la Pastoral de Salud aquí en Paterna, en nuestra Parroquia, y coordinadora de dicho grupo.
De Misa y comunión diaria, perteneció a la Adoración Nocturna, y fue Ministro extraordinario de la Comunión.
Su casa era la casa de todos: Acción Católica General de Paterna hacia allí sus reuniones, también guiaba y conducía en la fe a quien tenía algún problema. Apoyó los proyectos de párrocos, seminaristas y cualquier seglar que necesitara ayuda.
Cuando enfermó, nunca la hemos oído quejarse, lo único que lamentaba era no poder seguir con sus enfermos y con su vida de Parroquia, aunque mientras pudo siguió acudiendo a Misa, comulgando,  y atendiendo a todos los que se le acercaban a saludarla. También mientras le fue posible no dejo de asistir a las Vigilias de la Adoración Nocturna, y cuando estaba ingresada, seguía con su instinto maternal hacia los enfermos que tenía cerca, se desvivía  por su familia y era la admiración de médicos, enfermeras, capellanes y ministros de la Comunión que la visitaban como "personas idóneas".
Falleció en la paz del Señor; rezando con su hermana y asistida espiritualmente por el párroco y otros sacerdotes con los que tenía amistad, la querían, y admiraban las virtudes que había cultivado durante toda su vida.
Era el 1 de Abril de 2017, sábado, día de la Virgen, a quien tenía gran devoción.  D.E.P.

 

Muerte ejemplar de una adoradora

Se llamaba Soledad Moreno, una mujer entregada al servicio de la Iglesia, adoradora, ministro extraordinario de la Eucaristía, catequista y como dijo en la  homilía Juan Ramón Lozano, su confesor  y amigo: "toda su vida  la dedicó a cumplir con la voluntad del Señor". No le fue fácil ya que al poco de profesar como religiosa contemplativa, por orden eclesiástica, tuvo que abandonar el convento para atender a sus padres y hermana que por  la delicada salud, debía hacerse cargo, misión que ha mantenido hasta su muerte.

Su amor por la Eucaristía fue tan profundo que últimamente  no fue obstáculo su silla de ruedas para asistir a las vigilias y a la hora santa de los Jueves.  Cuando su enfermedad la postró en cama pedía la Comunión a diario y en sus  últimos días, en los   momentos de lucidez, repetía la jaculatoria de san Ignacio: "Alma de Cristo santifícame".

«Hoy -nos decía Juan Ramón en la homilía- es un día para estar alegres y  dar gracias a Dios por haber podido compartir su vida, como adoradores, feligreses y amigos. Os trasmito su ultimo pensamiento: "cuando llegue al cielo no dejaré de pedir al Señor porque se extienda la devoción al Santísimo Sacramento y en particular porque aumente el número de  adoradores nocturnos"».  Descanse en Paz.