Celebramos un nuevo Miércoles de Ceniza que nos introduce en las prácticas cuaresmales, camino de la Pascua. En su homilía D. Juan relacionó el movimiento de conversión personal con el latido del corazón: con el ayuno expulsamos todo lo malo, como el corazón en su diástole libera sangre; en la oración nos reconcentramos, recibimos de Dios la sangre de nuestra vida, como el corazón en su sístole, y en un nuevo movimiento de expansión, liberamos por la limosna el fruto de nuestro amor por los hermanos.
Todo ese movimiento , que es la vida misma del espíritu cristiano, comienza con un gesto sencillo: recibir la ceniza en la cabeza. La misa, muy concurrida, dio testimonio de una comunidad dispuesta a transitar este camino de conversión personal y comunitaria.
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