Señor: en el mes que la Iglesia celebra la devoción a la Virgen del Rosario, quiero adorarte de la mano de María y como mujer eucarística por excelencia, orar juntos ante ti mi Dios y Señor. En palabras de san Juan Pablo II: "Guiados por Santa María hemos de redescubrir, para valorarla más, la presencia de Cristo en el Santísimo Sacramento para que así podamos aprender a estar".
Rezar con María, Señor, meditar tu palabra desde su corazón, avala mi oración y garantiza tu complacencia. Rezar con el rosario, decía san Juan Pablo II es: "en cierto modo una oración que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia". Las cuentas del rosario me presentan a María como la mujer que sintió los latidos de tu corazón desde su concepción hasta el Calvario y la que mejor conoce tus sentimientos íntimos. Esa mujer que a pesar de "no haber llegado tu hora" logra adelantar al mundo la presencia del Mesías.
Rezar con el rosario me recuerda a la madre compasiva que se conmueve porque los novios se han quedado sin vino, y cómo la fe plena en su hijo consigue el remedio. Era tan grande su confianza en ti, Señor, que sin conocer tu respuesta, indica a los criados que "hagan lo que Tú les digas".
Cuantas veces, Madre, a lo largo de mi vida me he quedado sin vino al alejarme del deseo de Jesús de hacerme participe de su gran amor. Tú, con paciencia infinita has intercedido por mí para que se produjera el encuentro. Le has justificado mis ausencias y puesto en mi camino a "santos de la puerta de al lado" para que orienten mis pasos hacia el redil del Señor.
Cuida, Madre, mi caminar por la vida para que sea un digno hijo tuyo y fiel discípulo del Señor. Que sea dócil a su voluntad como lo hiciste Tú y que siempre y en cualquier circunstancia, esté dispuesto a que se cumpla. Que mi ejemplo de vida dé testimonio ante mis hermanos de vuestro gran amor.
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
Madre: Tú fuiste el primer sagrario y la primera adoradora de Jesús y lo hiciste con la fe más viva y perfecta que una criatura puede ofrecer a su Dios. Fuiste Tú la primera en adorar al Verbo encarnado en tu seno virginal y fue Él, quien a través de tus caricias, conoció por primera vez los sentimientos del amor humano. Señor: concédeme la gracia de poder recibirte en la sagrada Comunión con la fe y devoción que lo hizo María en el anuncio de tu Encarnación y como ella esté dispuesto a cumplir siempre tu voluntad.
Sea por siempre bendito y alabado