Confidencias de resurrección

Señor: a pesar de haber resucitado, de haber vencido a la muerte y abrirnos la puerta del cielo, el mundo no te reconoce, piensa que no necesita de tu amor y misericordia, quiere vivir sin ti. Desean encontrar la felicidad en el tener, dominar, disfrutar, pero no en el amar a los nos ofenden. Entonces les defraudaste porque esperaban a un libertador y hoy les cuesta ver en un crucificado un líder del siglo XXI. "Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo".

En medio de estos pensamientos me ves discutiendo y caminando hacia mi Emaús y porque no quieres que camine desorientado, te haces el encontradizo en mi vida, quieres compartir mi viaje y para alcanzarme, te acoplas al ritmo de mis pasos. Para disipar mis dudas, en estos tiempos de pandemia y guerra, me dices que Tú estás conmigo hasta el final de los tiempos. Me hablas de resurrección, de bienaventuranzas, de padrenuestro, de enviarme al Espíritu Santo para que entienda que era necesario que Cristo padeciera y recuerde que mi destino es el cielo. Que no me amas como uno más entre una multitud, sino que soy para ti único, especial e insustituible. Que tu corazón late por mí y que deseas ardientemente celebrar la Pascua conmigo.

Señor: aunque en mi caminar no te vea porque mis ojos estén ofuscados, hazte el encontradizo y toma posesión de mi vida para compartir mesa y compañía. Que al partir el pan de la Eucaristía te vea y te reconozca como mi Señor y mi Dios. Que aunque como el Centurión piense que mi casa no es digna para recibir al Mesías, tu presencia y mi deseo de amarte, la trasforma en morada digna de mi Dios.

Señor: te necesito y no solo porque Tú eres mi roca, mi baluarte y mi libertador sino porque preciso verte en el hermano que sufre, en el que tiene hambre y frio, en el que necesita amistad y afecto, y convencerme que Tú sientes su hambre y su frio. Entender tus palabras "lo que hagáis a uno de estos pequeños a mí me lo hacéis".

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

Señor: te ruego como los discípulos de Emaús, que no pases de largo porque mi día va de caída y atardece. Que camines conmigo cuando me veas discutir, y háblame de resurrección cuando la desesperanza y las derrotas aparezcan en mi vida. Que estés presente en mis debilidades y te hagas el encontradizo en los cruces de caminos. Lléname de la luz del Espíritu Santo para infundir tu esperanza y consuelo a los que caminan conmigo para que te reconozcan al partir el pan y como la Virgen María no necesite ir al sepulcro para saber que has resucitado. Gracias, Señor, por tu resurrección porque ha trasformado mi desaliento en esperanza.

Sea por siempre bendito y alabado