Confidencias de junio

Señor: estamos celebrando momentos de tu vida pública en los que manifiestas el infinito amor a la Humanidad, el gran amor hacia la criatura, el gran amor por mí. Tu Resurrección, la Ascensión a los cielos, la Venida del Espíritu Santo y la institución de la Eucaristía, son misterios difíciles de entender porque traspasan tanto mi inteligencia como el concepto que tengo de amar.

Ante esta conjetura, Señor, me pregunto ¿quién soy yo para que Jesús de Nazaret me ame de esta forma? Solo con la inspiración del Espíritu Santo podría contestarte. "Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho". Si te respondo por las vivencias y experiencias de mi relación contigo, te puedo decir que bendigo la hora que te encontré, que me llamaras por mi nombre, que me eligieras para adorarte. Desde entonces mi vida gira en torno a ti y siento que: "Ya no viva yo, sino que Cristo vive en mí."

Te bendeciré y bendeciré el día que te dije "sí". Cuando me pediste que te siguiera y cuando con tu "ven y verás" me convenciste de que solo Tú tenías palabras de vida eterna. Que eras el agua que necesitaba para saciar mi sed y el camino y la vida que yo buscaba. Me has ido formando para que a lo largo del tiempo piense y actúe como mi Dios desea. "Muchas cosas me quedan por deciros, cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena". Dice el Papa Francisco que "Quien ama busca conocer aún más a la persona amada para descubrir la riqueza que lleva en sí y que cada día se presenta como una realidad totalmente nueva." 

La decisión de seguirte, Señor, no estuvo en mis manos sino en la inspiración del Espíritu Santo y en tu empeño de que formara parte de tus elegidos. Asciendes al cielo para decirle al Padre que has cumplido con su voluntad de salvar al hombre, y para pedirle que yo permaneciera en tu amor: "Te ruego por ellos por estos que tú me diste, y son tuyos". Te ocultas en el pan de la Eucaristía, dispuesto a reducir la increíble distancia entre un Dios y su criatura para saciar mi sed y mis hambres. 

Gracias Señor, por enviarme el Espíritu Santo. Él es quien me da la consolación y la fuerza para seguirte. "Gozo que enjuga las lágrimas." Yo no era partidario de amar al que me ofende, de dar sin esperar, ni de creer que en el pan y el vino estabas presente. Tampoco de pensar que mi dolor lo puedo trasformar en redención y que si me arrodillo ante el sagrario, si te veo en el pobre y necesitado, es porque la luz del Espíritu actúa en mí.

Concédeme Señor la gracia de la perseverancia para que siempre crea que Tú me amas y me amarás eternamente. Para que el mundo no me pueda separar de tu amor y evangelice de forma "concreta, tierna y humilde".

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

Me gustaría, Señor, garantizarte mi fidelidad. Que no fuera yo una preocupación para ti y que mi alma fuera un refugio donde pudieras descansar. Que no sea reacio a la inspiración del Espíritu Santo, por el contrario esté siempre dispuesto a aceptar los proyectos y misiones para los que me elijas. Señor: gracias por tu Resurrección, por tu Ascensión a los Cielos, por quedarte en la Eucaristía y por enviarme el Espíritu Santo para que con sus dones dé a conocer tu Reino y confesar ante el mundo que el hijo de Maria es el Mesías, el Hijo de Dios.

Sea por siempre bendito y alabado