Señor: en mis encuentros contigo, quisiera responderte como lo hizo el Centurión. Que al ver que "se moría el siervo que tanto quería" no lo duda y se pone en marcha para encontrarte. Hablarte con su sinceridad: "tienes un criado que está en cama, paralítico y sufre mucho". Agradecer tu disposición de venir a mí y darte gracias porque olvidas tu omnipotencia para unirte a mi pequeñez. Gracias por no acordarte de mis desamores y esperar con paciencia mi retorno a la casa del Padre.
Me veo Señor, en ese criado enfermo que "yace en casa paralítico con terribles sufrimientos" y aunque me vea indigno de estar en tu presencia, mi fe me dice que no estoy solo, que te preocupa lo que me inquieta, y que te conmueves con mis impaciencias. Como el Centurión quiero descansar en tu Providencia, reconocer que tus planes son seguros y tus tiempos acertados, que sea tu voluntad la que guie mi vida porque Tú piensas como Dios.
Señor: reconozco que mi humanidad no te puede ofrecer la acogida que Tú mereces, que no todo lo que hospedo en mi casa es digno de tu presencia, y que sólo te puedo ofrecer el deseo de ser todo tuyo y en palabras de Teresa de Jesús "Holgarse ante la emoción que produce el encuentro con un amigo entrañable. Cristo entra en Teresa y ella entra con él en el interior de su alma. Ya sería para mí un privilegio el lograr aunque sólo sea tocar sus vestidos"
Señor: al recibirte en la Eucaristía pronuncio las palabras del Centurión : "no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme". Con ellas reconozco que eres el Hijo de Dios, que llevado por tu gran amor por mí te haces presente en ese trozo de pan para estar a mi alcance, para hacerte cercano a mi humanidad. Que al recibirte no te importa que mi nada se funda con tu divinidad, mi condición de pecador con tu santidad, tu ansia de amarme con mi indiferencia. Me conforta oír tus palabras "éste es mi deseo Padre: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria. Que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos".
No comprendo Señor, que suspires por mi amor , un amor que aunque te ame más que a nadie sabes que es amor de hombre, sujeto al más o al menos , al que te ame hoy pero que no sepa si lo haré mañana. No concibo que mi Dios me pida que le ame, sabiendo que Tú amas con amor infinito, total y sin medida, y que tus palabras las traduces tomando mi carne, naciendo en un pesebre y muriendo en una cruz. Tu lógica del amor, Señor, no se parece a la mía a la del ser humano.
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
Señor: ante tu deseo de entrar en mi casa, solo quiero no defraudarte y ofrecerte lo mejor de mí. Todo lo mío, lo que hay en mi interior te es conocido y por eso sabes que mi mayor deseo es amarte y poner a tu disposición todo lo que me has dado. Que el Espíritu Santo me infunda sus dones para reconocerte como mi Dios cuando me arrodillo y para ver en la custodia al Hijo de Dios. Madre mía sé mi abogada, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Sea por siempre bendito y alabado