Confidencias de septiembre

Señor: es tan grande tu amor por mí que tu decisión de hacerte hombre, la llevas a unos extremos que no solo ocultas tu divinidad sino que te abajas para servir a los más pobres, a los más necesitados. "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos". Tu doctrina la resumes con dos palabras : amar y servir. Las haces realidad naciendo como un indigente, viviendo como pobre y muriendo desnudo entre ladrones. Solo recurres a tu divinidad cuando la compasión te lleva a sanar, a dar de comer a una multitud o a devolver la vida cuando te conmueven las lágrimas de una viuda o de un amigo. Me enseñas que la felicidad que Tú ofreces la encontraré, con palabras de san Francisco de Asís, "en el dar y no tanto recibir, en amar y no tanto en ser amado, en consolar y no tanto en ser consolado". Me dices que el camino a seguir lo encontraré cumpliendo con tus Bienaventuranzas y como dice el Papa Francisco : "son el plan de Jesús para nosotros, aunque yo las vea como camino contracorriente".
 
Señor: al ver que descienden los efectos de la pandemia, te doy gracias porque ha sido tu voluntad el que yo no figure en la lista de los fallecidos. Gracias por la fortaleza que me has dado para soportar los efectos del aislamiento, por sobrellevar la falta de afectos de los más cercanos, por resignarme a comulgar de forma espiritual, y rezar a través de los medios. Gracias porque tu Providencia ha permitido que la pandemia haya sido camino de encuentro. Ante un amor tan grande no sé cómo responder ni qué decirte cuando de nuevo camino hacia el altar para recibirte sacramentalmente. Éste abismo entre tu divinidad y mi humanidad, esta distancia infinita entre Dios y su criatura la remedias haciéndote pan para reducir espacios, para entenderme y para acompañarme.

Ninguno de los sentimientos de amor que brotan de mí son fruto de mis conocimientos, es el Espíritu Santo quien me los infunde, es iniciativa tuya el que me hayas elegido. Has sido Tú quien me pediste que me apartara un poco de la tierra y que remara mar adentro. Yo estaba lavando las redes, me has apartado de la multitud y me invitas a subir a tu barca y echar las redes donde sabes que hay peces. Ante mi incredulidad y asombro, solo te puedo repetir las palabras de Pedro "Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador". 

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

Señor, te doy gracias porque me has iluminado para que ponga mi vida en tus manos, por reconocer que soy amado por el único que de verdad importa. Por no exigirme nada que no pueda hacer, por pedirme que sea santo en mi barca y con mis redes. Por decirme que te busque en la familia, en las amistades, en los deberes de cada día. Que en medio de mis llantos y alegrías estás Tú. "Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para la gloria de Dios". Gracias, Señor, por darme a la Virgen como consuelo de los afligidos y gracias madre por tu ayuda y protección. 

Sea por siempre bendito y alabado