Señor: mi mundo vive acontecimientos contrarios a la paz y al amor que Tú nos enseñaste, no obstante pienso que tu Providencia dispuso que yo viviera en estos tiempos, que por encima de la maldad Tú sigues manteniendo la promesa de hacerte pan, de "estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo".
Hoy y en estos tiempos "ansías comer esta Pascua con nosotros" y ya en la cena de aquel Jueves Santo pensaste que mi generación necesitaba participar de tu testamento de amor : "Este es mi cuerpo y esta es mi sangre que se entrega por vosotros".
La fe me dice que estás vivo y presente en la Eucaristía, que te das como regalo y pienso, como el franciscano Diego Murillo, que : "es costumbre del amante, si se parte, dejar al que ama, en prenda señalada, la prenda más querida y preciada que acuerde su presencia, aunque se aparte" .
Creo en ti, Señor, y creo que estás real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento y creo también que cuando me arrodillo me ves y me oyes. Me alegra pensar que mi presencia te sirve de consuelo y descanso, porque "es tu delicia estar con los hijos de los hombres". Con palabras de santa Isabel de la Trinidad, quiero "que mi alma sea tu santuario, tu reposo en esta tierra donde eres tan ofendido. Que hagas de mi alma un pequeño cielo en donde puedas descansar con felicidad"
Gracias Señor, por elegirme para adorarte, para unir mi oración a la de la Corte Celestial y juntos proclamar que eres nuestro Dios y Señor. Reconozco que ni mis sentidos ni mis sentimientos llegan a valorar el don supremo que supone poder recibirte en la Comunión. "Saber que en ese pan tan soberano, se recibe al que mide cielo y tierra, si el Verbo, la Verdad, la Luz, la Vida en este pan se encierra". A pesar de mi ignorancia me alegra saber que Tú sí sabes quién soy yo, y que conoces mis deseos de serte fiel y cumplir tu voluntad.
Llego a ti, Señor, consciente de mi pequeñez y reconociendo tu grandeza, tu poder y tu gran amor, lo que me anima a exponerte las luchas, las victorias y las derrotas de cada día. Estoy ante tu presencia para darte gracias porque en el caminar por el Emaús de mi vida, te haces presente y me invitas a participar de tu mesa. Te acoplas a mis pasos y a pesar de la infinita distancia que nos separa, te abajas hasta hacerte pan para que mis sentidos puedan sentir y comer al Dios de cielos y tierra presente en la Eucaristía .
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
Señor: reconozco que no soy digno de estar en tu presencia, de entablar una relación amorosa con mi Dios y Señor, de poder dialogar contigo sabiendo que mis silencios son mayores que mis coloquios. Me alegra oírte decir que: "cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto". Deseo que mi oración sea de tu agrado y siguiendo el ejemplo de María y José alcanzar la santidad en medio de la rutina y el silencio de mi vida.
Sea por siempre bendito y alabado