Señor: en este tiempo litúrgico de Adviento que la Iglesia celebra tu venida al mundo, tu decisión de "tomar la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres" te acojo de todo corazón y te doy infinitas gracias por tu disposición a salvarme. No te importó cargar con las flaquezas propias de la naturaleza humana. Sentir el cansancio, el frío, el hambre, la sed y la muerte. Aceptar que tu humanidad pasara por ser aplastada, maltratada, y crucificada en un madero, de "sentirte débil". Todo me dice que vienes al mundo porque me amas y me amas hasta el extremo, sin esperar a que yo te lo agradezca. Si hoy te sigo, no es porque yo te haya descubierto, y si te adoro es por la acción del Espíritu Santo que me hace ver en el pan y vino a Jesús de Nazaret, al Mesías, verdadero Dios y verdadero hombre.
Señor, tu amor por mí lo llevas a un límite que no merezco. Naces en una cueva rodeado de pastores y animales, en unas circunstancias que los niños de tu época no las sufrieron. La corte celestial no pudo resignarse a que los "tuyos no te recibieran" y fueron los propios ángeles los que te dieron a conocer: "Os traigo una buena noticia: ¡Vuestro Salvador acaba de nacer en Belén! ¡Es el Mesías, el Señor! Lo reconoceréis porque está durmiendo en un pesebre, envuelto en pañales."
Tú Señor, siempre sorprendes. Un mensaje tan trascendental para el cielo y la tierra lo dejas en boca de unos pastores, "hombres humildes y despreciados". "Ellos fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre". Dice el Papa Francisco que "Los pastores de Belén corrieron a ver a Jesús no porque fueran particularmente buenos, sino porque velaban en la noche y, alzando los ojos al cielo, vieron una señal, escucharon su mensaje y la siguieron". Velar en la noche, alzar los ojos al cielo, y escuchar tu menaje, es la misma misión que Tú Señor asignas a los que te adoramos ante el sagrario, almas dispuestas a recibirte y seguirte.
Señor, sé que "tus pensamientos no son mis pensamientos, ni mis caminos son los tuyos". Te sirves de unos pastores, los descartados de una sociedad opulenta, para que trasmitieran el mensaje de los ángeles:" Y al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían". Su actitud hace que figuren en la Historia de la Redención como los primeros hombres en adorar al Mesías anunciado por los profetas. "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla".
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
"Los pastores fueron de prisa a Belén, y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre". Las circunstancias que rodearon a tu nacimiento, Señor, no eran las que ellos habían preparado con tanta ilusión. A pesar de las contrariedades creyeron que el niño que estaba en el pesebre, era el Hijo de Dios, del que el Angel había dicho: "Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo y su reino no tendrá fin". "La fe - el fiarse de Cristo, acogerlo, dejar que nos transforme, seguirlo sin reservas- hace posible las cosas humanamente imposibles" (Benedicto XVI). Por esa fe, el cielo y tierra reconocerá a María como la Madre de Dios y de todos los creyentes en Cristo. "El orgullo de nuestra raza".
Sea por siempre bendito y alabado