«Antes de que yo te formara en el vientre de tu madre, ya te conocía. Antes de que nacieras, ya te había elegido para que fueras un profeta para las naciones. Hoy te he elegido a ti para llevar a cabo una tarea que afectará naciones y reinos. He puesto mis palabras en tu boca.»
Estos versículos del Profeta Jeremías, se pronunciaron también cuando fue a nacer Juan Antonio Cabanes Gandía. El Señor le amó ya antes de que se formara en el vientre de su madre, y se lo demostró disponiendo su cuna en una familia formada por Juan y Mari Carmen, donde el amor a Dios y al prójimo era su primer mandamiento y la oración en familia figuraba como el pan de cada día y el encuentro diario con el Padre.
Siendo Juan aún muy niño, Jesús de Nazaret le preguntó, que si quería seguirle le mostraría donde vivía. Los años de seminario le enseñaron cómo adquirir un corazón de pastor y conocer que el amor y la amistad con Dios se consigue arrodillado ante el sagrario. No le ocultó que por seguirle le iba a conceder privilegios, que era la cruz el distintivo que entrega el Señor a los que mucho ama, y le advierte que viviría más noches de soledad y Huerto que de gloria y Tabor.
Un 11 de abril de 1999 es ordenado sacerdote, día en el que Señor le entrega el poder sagrado de actuar en su persona, pidiéndole que parta y reparta el amor infinito que le ha mostrado. Un día en el que Juan ya es de Jesús y Jesús de Juan. Su Galilea la realiza pastoreando diferentes parroquias de la Comunidad y en todas ellas cumple con el mandato del Señor: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” un mandato que lo llena de ilusión, esperanza y consuelo.
Un 2 de octubre de 2016 lo recibimos en nuestra parroquia y muy pronto se hermanó con las señas de identidad de la Villa : “el foc, la festa y la fe” No hubo necesidad de presentarle al Cristo de la Fe porque desde muy pequeño ya se conocían.
Sin darle tiempo para sosegar emociones, le hablaron ya de goteras, de campanario, de pinturas ensombrecidas, de hambres, de pobres. Su aparente tranquilidad revelaba que en el silencio de la noche, ya había puesto esas luces y sombras a los pies del Cristo, con la promesa de cumplir en todo su voluntad.
Aprendió del Maestro que antes de predicar al cristiano había que conocer al hombre. Saber de sus necesidades. Acercarse, “vendar sus heridas, echándoles aceite y vino”. Preguntarle ¿Qué quieres que haga por ti¿ y compartir con él, tiempo, mesa y penurias .
Lloró con ellos y por ellos el tiempo de confinamiento por la pandemia del Covid -19, y aunque las puertas del templo quedaron cerradas, el sagrario y el Cristo notaron su compañía. Muchas veces tuvo que burlar la normativa para impartir sacramentos, llevar pan, mascarillas y consuelo a quienes se sentían solos y necesitaban alivio.
No sabemos lo que la Providencia le tiene reservado ni cuál será el próximo destino que la jerarquía eclesiástica le asigne. Pedimos al Cristo de la Fe que sean muchos los años que permanezca entre nosotros, al tiempo que le damos gracias por el regalo que durante estos ocho años nos ha concedido.
Que el Señor y la santísima Virgen le bendigan para que nos pueda seguir trasmitiendo el gran amor que entre ellos se profesan. Que le siga protegiendo y cuidando ese especial Ángel de la Guarda de su padre y que cada amanecer se ilusione al pensar que: «Antes de que yo te formara en el vientre de tu madre, ya te conocía. Antes de que nacieras, ya te había elegido para que fueras un profeta para las naciones. Hoy te he elegido a ti para llevar a cabo una tarea que afectará naciones y reinos.»
(Palabras de agradecimiento por la vocación sacerdotal de nuestro párroco D. Juan, compuestas y pronunciadas en nombre de toda la parroquia por D. Félix Garrido Gil en la misa de las bodas de plata sacerdotales, el 13 de abril de 2024.)
En las Bodas de oro de sus padres