Desde el momento en que Juan Nulius dijo al Señor que le seguiría, y le oyera decir: "ven y verás" ha vivido tiempos de enamoramiento, de noches oscuras, de calvarios y de Gólgota, de soledades y de embrujo. Tiempos que cinco años más tarde, un 22 de junio de 2024, tanto Jesús de Nazaret como Juan Nulius hicieron público ante el Pueblo de Dios, que se amaban, que "mi amado es para mí y yo soy para mi amado".
Un amor, que se declaró por parte del Señor, al elegirle entre muchos para ser su sacerdote, "mediador entre Dios y los hombres" dispuesto a servir y lavar los pies a los demás. Por parte de Juan, prometiéndole estar disponible a su voluntad y aunque desconoce sus proyectos y el camino por donde le va a llevar, está dispuesto a seguirle.
La parroquia nos citó con tiempo para llegar a la Catedral sin prisas, saliendo el autobús en el momento que el reloj del Calvari sonaban las campanadas de las nueve- treinta. Don Juan, nuestro párroco, además de agradecernos la respuesta a su llamada, quiso trasmitir la gran alegría que sentía al poder presentar a Juan al Señor. Es fruto de la oración de la comunidad, y de su labor paterno-espiritual que se manifestó en ese íntimo abrazo, al imponerle la estola de presbítero.
-"Acercaos los que vais a ser ordenados sacerdotes"
-¡Juan Vicente Nulius Castillo! ¡presente!
-Reverendísimo Padre, la Santa Madre Iglesia pide que le ordenes presbítero.
-¿Sabes si es digno?
La respuesta la dio el evangelio de San Juan de la Misa: "No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca".
El señor Arzobispo le reiteró: "¿Quieres unirte cada día más a Cristo, sumo sacerdote, que por nosotros se ofreció al Padre como víctima santa, y con él consagrarte a Dios para la salvación de los hombres?"
"si, quiero con la gracia de Dios"
Enseña la Liturgia que todo lo que va a ser ofrecido a Dios debe ser ungido con el santo Crisma, "símbolo de Cristo". Juan al ser ungido, se une al sacerdocio de Cristo. Un símbolo que imprime carácter, y nunca se pierde. "Sacerdos in aeternum" para que actúe en su nombre -in persona Christi-, consagre el pan y perdone los pecados.
Con las palmas de las manos extendidas, en reconocimiento de su pobreza, y como muestra de esperanza, Juan seguramente pensó en las palabras de Mateo, " Jesús abrazaba a los niños y los bendecía imponiendo las manos sobre ellos". Él quería ser bendecido y sentir su abrazo para declararle que le seguirá: "te seguiré, Señor, detrás de ti con gozo caminaré."
Cuando el celebrante, en silencio, impone las manos sobre la cabeza del diácono imita un gesto del tiempo de los Apóstoles que significa la transmisión del poder sacramental del Espíritu Santo. "Te pedimos que concedas a este tu siervo la dignidad del presbiterado, infunde en su interior el Espíritu Santo"
"Le has hecho participe de tu misión para anunciar y realizar por el mundo entero la obra de la salvación."
Los familiares entregaron al Sr. Arzobispo la patena y el cáliz con el pan, el vino y el agua, y se los pasó a Juan diciéndole: "Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas, e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor"!
Jesús, al sentarse en la mesa del Cenáculo con sus apóstoles aquel Jueves Santo, les dijo: "ardientemente he deseado comer esta pascua con vosotros". Juan, a lo largo del proceso de su vocación, ha soñado también en el momento en que Jesús se haría presente cuando, por la acción del Espíritu Santo, él pronunciara las palabras de la consagración:
"Tomad y comed, esto es mi cuerpo. Tomad y bebed, esta es mi sangre".
"El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote" (San Francisco de Asís). Solo un acto de fe y el deseo del Maestro de "Haced esto en memoria mía" pueden permitir al ser humano recibir en cuerpo y alma al Hijo de Dios.
Con la presencia en la Catedral de la feligresía de Paterna en la ordenación del Reverendo D. Juan Vicente Nulius Castillo, dimos a conocer el agradecimiento al Creador por el gran privilegio que supone que uno de sus hijos sea elegido para ser sacerdote de Dios. Un paternero que el pueblo lo considera como "algo suyo" por haberle visto desde muy pequeño, de la mano de su madre, postrarse a los pies del Cristo de la Fe, y por identificarse con el lema de su pueblo: "el foc, la festa y la fe". Son los motivos que nos llevaron a unirnos al canto de Acción de Gracias, que el Pueblo de Dios reunido en la Catedral proclamó:
Gracias, Señor, por tus misericordias.
Porque me amaste sin amarte yo.
Porque me desposas con tu amada Iglesia,
y me haces cauce para otros de tu perdón;
Porque revistes de poder mi pobre nada
¡Gracias, gracias, Señor!
En las confidencias que Juan nos hizo en la ceremonia de su Primera Misa el día de San Juan en Paterna, resaltó el gran papel que para él ha tenido la Mare de Déu en su vocación. Que sigue su consejo de "Haced lo que Él os diga" y tanto en las tribulaciones como en los días de luz "s´ampara baix ton mant, i vostra Imatge Santa portem sempre en lo cor".
Para Juan, como buen sacerdote valenciano, la mejor manera de dar por finalizado el día más importante de su vida, es agradecer, cantando, a la "Maredeueta" su intercesión ante el Padre Celestial para llevar a buen fin su vocación.
"SALVE, REGINA DEL CEL I LA TERRA;
SALVE, VERGE DELS DESAMPARATS;
SALVE, SEMPRE ADORADA PATRONA;
SALVE, MARE DEL BONS VALENCIANS."
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