Confidencias de agosto

Señor: en la festividad de la Asunción de la Virgen María te doy gracias porque pensaras en mí, en tus últimos momentos de vida, entregándome a la Madre de Dios para que no me faltara su amparo y me sirviera de modelo de vida. Señor, para que sea santo, pones a mi alcance el ejemplo de un ser humano, de la mujer que lo logró acatando la voluntad del Padre, "hágase en mi según tu palabra". Que a pesar de las dificultades, el dolor y las incomprensiones permaneció fiel: "He aquí la esclava del Señor". 

Cada vez que te invoco me repites las palabras que pronunciaste en las bodas de Caná: "hacer lo que Él os diga". Tu ejemplo me enseña que la confianza en la Providencia y la perseverancia en la oración son caminos seguros de salvación. "Guardaba todas la cosas y las meditaba en su corazón". A ella, "que extiende su maternidad a todos los hombres, nos dice el Papa Francisco, le confiamos el grito de paz de las poblaciones oprimidas por la guerra y la violencia, para que el coraje del diálogo y de la reconciliación prevalga sobre las tentaciones de la venganza, de la prepotencia, y de la corrupción".

Madre: quisiera corresponder a los deseos de tu Hijo, mi Señor: "Hijo he ahí a tu madre" y que mi casa fuera el refugio donde encontrases la paz que te niega el mundo. Hacerte participe de mis amores, logros y derrotas. Que desoiga las voces del mundo y recurra a ti cuando el peligro o la tentación me acosen. Caminar contigo es caminar con Jesús: "Hacer todas las acciones propias, por medio de María, con María, en María y por María, es estar de acuerdo de forma perfecta como Jesús, con Jesús y por Jesús". Acogerte a ti madre, es tomarte como maestra, protectora y guía, porque nadie mejor que Tú me conoce y conoce los deseos que tu Hijo , mi Señor, me tiene destinado. 

Toda mi vida, mis acciones y pensamientos te son conocidos, y sé que mis desvíos y olvidos con el Señor los sabes justificar porque, como mujer, conoces la debilidad humana y la maldad del enemigo. Como dice san Gregorio: "cuanto más elevada y santa es ella, tanto más es dulce y piadosa con los pecadores que quieren enmendarse y a ella acuden". 

Tu ejemplo de vida me enseña que a pesar de las noches oscuras y momentos de angustia que lleguen a mi vida, debo permanecer firme en la fe. Me entristece comprobar las ofensas que recibe el Señor en especial de sus más cercanos; de que la sociedad viva sin Dios; de que la humanidad se prepare para la guerra y corra hacia su gran ruina. Me consuela oírte decir que "no me llene de angustia. ¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿Acaso no soy tu ayuda y protección?", Madre de todos los hombres enséñanos a decir Amén.

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

Sea por siempre bendito y alabado