Señor: en estos tiempos tan convulsos, tan crispados y tan inseguros, me dices: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré." "Venid a mí", nos dice el Papa Francisco, es "Ir a Jesús, el que vive, para vacunarse contra la muerte, contra el miedo a que todo termine".
Confío en ti, Señor, porque tu palabra es verdad y da seguridad. "Todo me lo ha entregado mi Padre". Todo lo que hay en el Padre, todo lo que vive y siente por nosotros, lo podemos encontrar en Jesús: su amor, su ternura, su humildad, su pasión por los últimos, y la predilección por los sencillos.
Señor: mi fe en ti no tiene sombras pero la maldad del mundo ha llegado a unos límites que me aterroriza. El orden que Tú implantaste en el cosmos, las estaciones y armonía de la naturaleza, lo queremos desordenar. Tu mandamiento de "amar a Dios sobre todas las cosas" lo consideran discriminatorio. Ya no se llora a los muertos de la guerra ni se acogen a los que pasan hambre y huyen del terror. Se desprecia tu paz y acogemos la del mundo: "Si quieres paz prepárate para la guerra".
Este desequilibrio, Señor, hace que llegue al sagrario aturdido y que esa inquietud propicie el no poder oír tu palabra, que habla en el silencio y con el alma sosegada. Lléname de tu paz Señor para poder cantar con el místico: "En una noche oscura, con ansias en amores inflamada ¡oh dichosa ventura! salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada".
Ante mis miedos y temores sales a mi encuentro y me dices: "si venís a mí… si cargáis con mi yugo… si aprendéis de mí a vivir de manera diferente, encontraréis mi paz para vuestras vidas" Esa paz que se siente al perdonar, al acoger, al socorrer. La paz que Tú partes y repartes en cada Eucaristía. Una paz que no agobia ni complica. La que trasmites en tu Palabra; la que pido a la Reina de la Paz cuando rezo el rosario. La que conquistaste al pie de la cruz y la reafirmaste en tu resurrección. La que te pido ante el sagrario para calmar mi dolor y desesperanza.
Tu doctrina me enseña que la paz, que tu paz, sólo es efectiva si se comparte, si se entrega, si se lleva a quien sufre, a quien nos rechaza o a quien nos odia. Señor, "haz de mi un instrumento de tu paz."
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
Señor: siento en el interior de mi alma el eco de tu voz que me dice: "me necesitas sólo a mí, sólo yo podré llenarte, solo en mí serás libre, sólo en mí puedes amar de verdad, sólo en mí encontrarás la seguridad que jamás se quiebra" La verdadera paz, nos dice el Papa Francisco "no está hecha por el hombre, es un don del Espíritu Santo, es un regalo que da Jesús" La que llega a que llames dichosos a los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados Hijos de Dios.
Sea por siempre bendito y alabado