Señor: en este mes de noviembre me invita la Iglesia a pensar en mi muerte y rezar por los difuntos. Especialmente por las víctimas de la DANA, acógeles en tu seno y da el consuelo a quienes por tu gracia han sobrevivido. Te pido por aquellos que formaron parte de mi vida, por los que me llevaron a ti, por los que no me perdonaron, por los que nadie reza, y por los que mueren solos. Hazme ver que la muerte es esa etapa de la vida que me va acercar al encuentro contigo. El Papa Francisco explica que desde la perspectiva de la fe, "la muerte no se presenta como una desgracia, sino como un acto providencial del Señor". "El vivir es Cristo y el morir es ganancia".
Señor, en el atardecer de mi vida me pregunto cómo será el día en el que me llames, el día que Tú vengas a mi encuentro, el día que espero oírte decir: "ven bendito de mi Padre a poseer la vida eterna". Pensando en ese momento, como humano, siento temor, pero pronto me repongo al creer que si a lo largo de mi vida me has dado muestras de un amor sin límites; si mi cuerpo y el tuyo han estado unidos por la sagrada comunión, debo ver la muerte como el día de la liberación, del encuentro con el Padre amoroso. En palabras del Papa Benedicto XVI "creo firmemente que el Señor no sólo es el juez justo, sino también el amigo y el hermano que ya padeció Él mismo mis deficiencias, y por eso, como juez es también mi abogado (Paráclito)".
Ante tu presencia eucarística pienso, Señor, que a pesar de mis carencias, Tú sigues siendo mi Dios, el que nunca envejece, el que siempre me ha querido y me seguirá queriendo. Sé que no te importa tanto mis debilidades sino mi disposición por seguir amándote y cumplir tu voluntad. Esperas que siga confiando en ti y que te ofrezca mi decadencia, mis dolores, mis olvidos y mi torpeza, como la mejor oración que te pueda rezar. Pensar que Tú estás conmigo, que sigues siendo mi Maestro, y todo cuanto llegue a mi vida está orientado a mi salvación. Que piense, en palabras del Papa Francisco, que mi muerte sea como: "el abrazo con el Señor, para ser vivido con esperanza"
Señor: Tú quisiste pasar por la muerte, a ti te vieron muerto, sepultado y más tarde resucitado. Mi muerte no es final porque me espera la resurrección: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá". He creído en ti, te he seguido, me has levantado en las caídas, te he adorado, he vivido por y para ti, y deseas que resucite contigo.
Señor: cuando tras la muerte, abra los ojos del alma, no voy a temer porque me vayas a juzgar. "Dios nos juzga amándonos. No condena, Él solo ama y salva" Si en vida yo nunca te he tratado como juez, en el día del juicio te he de ver como a mi Señor a quien he amado, en quien he creído, a quien he seguido y entregado mi vida. "Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida"
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
Señor: cuando Tú providencia lo disponga, llegará la hora de mi muerte, el día en el que otros, al ver mi lápida, recen por mí porque saben que sigo vivo . "En tu palabra confiamos con la certeza que Tú ya les has devuelto a la vida, ya les has llevado a la luz". Me gustaría que en esos momentos poder repetir tus palabras: "Todo lo he cumplido". Por tu gracia he cumplido con lo que me mandaste y ahora espero de tu misericordia la morada prometida. Imploro la intercesión de la Mare de Déu para hacer realidad la oración que tantas veces la recé: "Y en la hora de muerte muéstranos a Jesús fruto bendito de tu vientre" San Jose patrón de la buena muerte ruega por nosotros.
Sea por siempre bendito y alabado