Confidencias para el mes de julio

Señor: tu invitación a que te siga me llena de alegría sabiendo que quien me lo pide es el Hijo de Dios. Que a pesar de conocer mis defectos y mi pequeñez, se fija en mí para que lleve su palabra y anuncie su reino. No me obligas a nada pero me indicas que si acepto tu propuesta, lo haga por entero: "Todo tuyo" Que no comparta amores, que te ame sin condiciones, que mi alma no sea hogar de muchos y que ame como Tú amas. "Si no renuncias a todo, no puedes ser discípulo mío". 

A quien decida seguirte, Señor, le prometes que: "el Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él". Son palabras que pronunciaste en la última Cena, y aunque tienen sabor a testamento y despedida, precisas que por seguirte "no se angustie vuestro corazón, porque no os dejaré solos. "Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de verdad".

Señor, viéndote resucitado hace que esas tus palabras dejen de tener sentido de despedida: "Estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" Nos consuelas al verte subir a los cielos y nos dices que: "Nos alegremos por tu Ascensión. Yo volveré a veros y entonces vuestro corazón se llenará de alegría, de una alegría que nadie os podrá quitar". Subes a los cielos para presentar al Padre tu humanidad y abrirnos el camino para que la nuestra también participe de la gloria divina. 

Señor: seguirte supone encontrarte en lo sencillo, vivir oculto al mundo y abierto a tu llamada. Tú te haces presente en mi vida sin alardes, te haces pequeño, te escondes en el pan sagrado y en la necesidad del hermano. Tú omnipotencia la ocultas para oír los detalles rutinarios que te ofrezco. Aprecias el agotamiento del que está cuidando a un enfermo. Te alegras cuando te visito en el sagrario para verte y que Tú me veas. Te complace mi limosna sin mirar el cuanto. "El que dé de beber aunque solo sea un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, en verdad os digo que no perderá su recompensa".

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

No busco Señor, tu recompensa sino que veas en esas mis pequeñeces la manera de decirte que te seguiré, que te quiero. Que María, maestra de la vida oculta y atenta a las pequeñeces de los hombres, te advierta cuando me quede sin vino.

Sea por siempre bendito y alabado